lunes, 19 de mayo de 2008

Claves para comprender la Crisis Alimentaria II: biocombustibles


ElPais.es 14/04/2008
La ONU dice que la producción biocarburantes es un "crimen contra la humanidad"
Naciones Unidas advierte de la especulación en el mercado de alimentos mientras el FMI y el BM alertan del riesgo de revueltas
El riesgo de una hambruna de consecuencias planetarias provocada por la fuerte carestía de los alimentos ha llevado a las principales instituciones supranacionales a tomar cartas en el asunto. Si el FMI o el BM han advertido durante este fin de semana de los problemas para la estabilildad política de los países pobres ante la carencia de productos básicos como el arroz o el trigo, el portavoz especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, ha ido más allá al afirmar que la producción masiva de biocombustibles es un "delito contra la humanidad".

Como habíamos reseñado en el post Claves para comprender la Crisis Alimentaria I, la producción de biocombustibles se hace en detrimento de los cultivos de plantas comestibles utilizando las reservas de agua, desviando tierras y capitales, lo que origina un aumento de precios de los productos alimenticios, y «pondrá en peligro el acceso a los víveres a los sectores más desfavorecidos. Las desastrosas consecuencias sociales de esta política son fácilmente previsibles cuando se sabe que la inseguridad alimentaria ya afecta a 854 millones de personas [1].
La creciente necesidad energética, han propiciado la oportunidad de hacer negocio a cualquier precio convirtiendo así los biocombustibles en el escenario para hacer dinero a pesar de la ruina ecológica y social que supone y de la contradicción que encierra. Los agrocombustibles, como deberían llamarse, se obtienen en extensos cultivos de maíz, remolacha, caña, trigo, etc., de los que se obtiene el bioetanol o de los cultivos oleaginosos como la colza, girasol, soja, etc. para el biodiésel, destinados ambos a sustituir o a complementar el diesel o la gasolina en los vehículos.

Cuatro cuestiones clave: extensión, cultivos, rendimiento y biomasa.
  1. Extensión. La Tierra tiene una superficie de 13.041 millones de hectáreas de las que 4.155 no son cultivables; 3.869 son de bosque y 5.017 agrícolas. Esta superficie agrícola se reparte, según datos de 2001 de la FAO de las Naciones Unidas en el 30,5% -1.530 millones de hectáreas- para cultivos y el 69,5% para pastos. Es decir, la superficie agrícola es de 0,77 hectáreas por persona y la cultivable sólo de 0,24 ha/persona. Esto es lo que tenemos pero a la baja, pues en los últimos 15 años la cubierta forestal ha disminuido un 3% y la destinada a cultivos y pastos también está en retroceso por la creciente desertización.
  2. Cultivos, dependiendo del tipo, zona y demás factores, la productividad bruta de bioetanol y biodiésel, estimándola muy por arriba para facilitar la comprensión y abreviar, digamos que es una tonelada por hectárea al año (Para la soja 0,4 t/ha y 0,9 t/ha para el girasol). El consumo primario mundial de energía de gas natural y petróleo es de 5.881 t/año que hemos de comparar con las 5.017 ha agrícolas disponibles para cultivos y pastos de donde se pretende sacar ahora parte de la energía. Como una hectárea produce una tonelada bruta de bioetanol o biodiésel, con un rendimiento neto que, en el mejor de los casos, no supera el 30%, es decir 0,3 t/ha haciendo una estimación muy generosa, para sustituir el consumo de petróleo y gas necesitaríamos casi cuatro veces (3,91) la superficie mundial dedicada a cultivos y pastos, aunque la mayoría de los suelos no podrían utilizarse por ser inadecuados o de mala calidad. Para centrar el problema, si quisiéramos sustituir sólo el 5% del consumo de petróleo y gas, necesitaríamos sacrificar el 20% de la superficie agrícola total de cultivos y pastos, pero si nos referimos sólo a la superficie de cultivos, este 5% requeriría disponer del 64% de las 1.530 ha de tierra cultivable disponible en el mundo.
  3. Rendimiento. El modelo agrícola también está basado en elevados consumos de energía: mecanización de los procesos agrícolas, abonos, pesticidas, arado, siembra, riego, recolección, transporte y el resto de actividades están basadas en el gasto de energía, principalmente petróleo y gas. Este modelo agrícola, cuestionado hace tiempo, por su bajo o negativo rendimiento energético en cultivos tanto intensivos como extensivos, se mantiene gracias a un desproporcionado y creciente consumo de energía que la naturaleza después no puede compensar. La sobreexplotación de los suelos hace disminuir los nutrientes, aumenta el consumo de agua y altera el ecosistema, traduciéndose todo en menores rendimientos y requiriendo mayor aportación de recursos que siempre provienen de más y más energía como abonos, pesticidas, bombeo de agua, etc. El rendimiento energético de los cultivos destinados a los biocombustibles es muy bajo o negativo, en relación con la aportación energética necesaria para su obtención. Es decir, para obtener una caloría en estos cultivos hemos de aportar como mínimo 0,7 calorías y a medida que el cultivo se hace más intensivo, más de una caloría. Aunque este rendimiento energético sea negativo no implica que no sea un buen negocio para otros, cuando se juega con costes sociales que no se imputan en los costes que afectan al rendimiento, como la degradación de las tierras, del ecosistema, expropiaciones, créditos blandos, subvenciones, ventajas fiscales, etc.
  4. Biomasa. La obtención de energía a partir de la tala de bosques o el aprovechamiento de residuos agrícolas o forestales, produce un efecto de desnutrición y de erosión de los suelos haciéndolos improductivos y favoreciendo la desertización. La sobrexplotación de los residuos agrícolas que actúan como nutrientes o de la masa forestal, contribuye a agravar más la situación, no a solucionarla. Los suelos se fertilizan con el reciclaje de sus propios residuos.
Conclusiones

Los biocombustibles no son una energía alternativa. Además, han ocupado extensas áreas empobreciendo y excluyendo a la población al actuar en detrimento su agricultura secular, lo que está provocando desplazamientos masivos y unos enormes problemas sociales. El rendimiento energético de la agricultura industrializada está cuestionado y es negativo -si no lo es ya en el inicio- en cuanto se agotan las ventajas iniciales del suelo virgen rico en nutrientes. El empleo generalizado de transgénicos lo complica todavía más. Los cultivos realizados hasta ahora

La agresión a la naturaleza ejercida sobre la biomasa para obtener biocombustibles es mucho más grave que los actuales problemas de Kioto y el cambio climático, aparte de la pauperización y la miseria en que se sumiría, todavía más, a todo el tercer mundo desposeyéndolo de sus cultivos para obtener agrocombustibles en vez de alimentos sin que tampoco se resuelvan los problemas energéticos existentes, sino agravándolos.

Via: Rebelion.org
[1] Organisation des Nations unies pour l’alimentation et l’agriculture, L’état de l’insécurité alimentaire dans le monde 2006 (Roma: FAO, 2006), p. 8.
Para saber más Escucha el programa de la Cadena Ser:


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